viernes, 28 de diciembre de 2007

Mar con Soroche n º 5 revista de poesía y otras escrituras del entreacá

Santiago / La Paz, enero 2008

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revista de poesía y otras escrituras del entreacá (soroche; del quechuaymara surujchi, apunamiento, momentánea falta de aire)

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5 Cartografías Misivas, más inéditas que éditas a cura de Loreto Pizarro (en Muñoa) et al. Gamaliel Churata a Carlos Mariátegui (Puno / Lima), Jaime Saenz a Mireya (La Paz / Cochabamba), Pablo Neruda a Carlos Morla Lynch (Batavia / Madrid), Paul Celan a Nina Cassian (París / Bucarest), Araki Yasusada a Akutawawa Fusei (Hiroshima / Osaka), Arthur Rimbaud a Paul Demeny (Charleville/Douai), Jacques Derrida a Carmen Abaroa (París / Sorata), Haroldo de Campos a Roxana Cerda (São Paulo / Santiago), Germán Bravo s/d/e (Santiago), Guillermo Daghero a Juan Sustersic (Oliva).

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31 Bolivarianzas (y otrosí). Chairo a cura de Juan Carlos Ramiro Quiroga (en La Paz) et al.Textos de María Soledad Quiroga (La Paz), Jéssica Freundenthal (La Paz), Ricardo Eid (Cochabamba), Anabel Gutiérrez (Tarija), Marco Montellano (Tarija), Claudia Peña Claros (Santa Cruz), Ema Villazón (Santa Cruz) y Pedro Granados (de paso por Samay-pata).

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44 Erizo de mar Por Jacques Derrida; traslape de Carmen Abaroa (en Sorata).

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49 Nota sobre traducción y destino Por Alberto Allard

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62 Corpografías, grafosexuras. Chairo a la chuña, tan corpóreo como incorpóreo (incurable).Textos de Hilda Hilst (traslape inédito de C. Abaroa), Alfredo E. López (en Córdoba), Juan Carlos Ramiro Quiroga (en La Paz), Roberto Piva (traslape inédito de E. Saave-dra, en Lima), Cé Mendizabal (en La Paz), Jussara Salazar (en Curitiva), Luis Cociña (Concepción / Santiago), Silvio Mattoni (en Córdoba), Oscar Wittke (fotografemas, en Santiago), Cristino Bogado (en Asunción), Rogelio Saunders (en Barcelona), José Kozer (en Hallalendale), Forrest Gander (en Providence), Luis Vega (en Concepción), Susana Romano (en Córdoba), Guadalupe Santa Cruz (en Santiago), Régis Bonvicino (en São Paulo), Wilson Bueno (en Curitiba), Andrés Ajens (en Santiago).

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105 El tayil de Pascual Koña Por Andrés Ajens (en Santiago)

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110 Bibliografemas

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ContraportadaLayqa phichhitanka (canción popular aymara); traducción de Zacarías Alavi (en La Paz)

jueves, 20 de diciembre de 2007

Me/rodeos, aguayos: breve aproximación a la poesía de Andrés Ajens




por luis vega
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Pocos poetas tensan tanto a la lengua que la hacen tartamudear. Andrés Ajens es uno de ellos; crea lo que Deleuze señala como la construcción de una nueva lengua dentro de la lengua. Altera, alter i dad; una especie de lengua extranjera dentro de la materna. Ajens presenta la descomposición, la destrucción de la lengua materna para que pueda vislumbrarse lo oculto, lo buscado, la poesía. Esta búsqueda no está exenta de baches y tropiezos, pocas veces la palabra se da [seda] con llaneza y limpieza. Aguayo de materias y silencios.


de agua siendo aguayo saya es lo
que hay
en lo que hay enloquea timbre y borda
burrea concholepas concholepas

no insista, carajo (2003).

El tartamudeo es la forma de entrar en lo prof/undo de la veta poética. Andrés no tartamudea es la lengua que se expande y con/trae, atrae. Su escritura vaga por las lindes del lenguaje, se presenta en in/ciertos parajes. Es una escritura de límites, excéntrica, alejada del canon que normaliza. En no insista, carajo se observa el quiebre, el juego entre la palabra y el silencio.

La función de la poesía es abrir surcos [R.A.E. Señal o hendidura que deja una cosa que pasa sobre otra], qawa (surco, alineamiento de plantas en una chacra), abrir espacios, Ajens produce una alteración, una reinvención, un arado en el propio lenguaje. La poesía es lo indecible escrito. La música y el silencio aunados. Esa es la qawa que entrevera Andrés.


Entrar en el campo enajen(s)ado de la poesía de Andrés, equivale a luchar con las formas y las palabras. Fundir algunas lenguas, producir una especie de balbuceo donde se avizore una nueva forma de comunicación, hablar, devenir, ¿ser?

el huemul müla

huele el artificio naturalmente prueba , lo acumula

quand
refleuriront, oh roses vos
septembres?


abra


no insista, carajo (2003)


Gilles Deleuze señala que al escribir se proporciona escritura a los que no la tienen, el poeta asume esa voz, la de las minorías, la de los olvidados, de los muertos. Andrés Ajens reformula la propia lengua contaminándola con otros idiomas como el francés, alemán y, por sobre todo, el aymara. Entregar la voz al pueblo que cada día se consume por la barbarie de nuestro “desarrollo”, la voz del olvidado.

(re)formular la lengua, las palabras mismas, llevarlas hasta el límite. La poesía debe ser un estar, un estallido. La poesía hoy en día no puede ser una caricia, debe ser un fuerte golpe, una explosión dentro del lenguaje mismo, una nueva edificación, un golpe a la cátedra. El poeta tiene que tener las suficientes agallas. Para nacer es preciso romper tejidos. Textura hilachada [resto, residuo, vestigio].

Aguayos (urdiduras) de una (de)construcción, un entramado poético, donde no existe poesía o no se da [ceda, seda, sed a] y por lo demás no es buena. ¿Sepultada en el ataúd de La poesía chilena de J.L. Martínez? Ya conversaremos con Andrés Ajens y trataremos de resolver esas cuatro tesis indivisas sobre la poesía chilena y unabajo (hipótesis). Íntimas, in timas misturas, misteriosas.


cuatro tesis indivisas sobre la poesías chilena y unabajo (hipótesis).

i. la poesía chilena no existe (no se da) y por lo demás no es buena.
ii. la poesía chilena es buena y se da (levanta esta piedra) mas a perdido norte.
iii. los puntos cardinales de la dicha son, sabiente, tres…
iv. la suspensión de la poesía chilena es el puente (levadizo) de la pensión castellana.


La poesía chilena (archivo) pica, ¡putamadre!, a la acunza y (es) ajena.



MAS INTIMAS MISTURA, 1998.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

La segunda muerte de Nicanor Parra

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por andrés ajens
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a andrea araos, de chiripa - en paris
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Si yo estoy muerto, de entrada, si la muerte, la experiencia sin experiencia de la muerte (la expresión, del desastre, picante, en Blanchot) me antecede y precede a cada yo por venir, a cada establecimiento de un ego o primera persona singular, segunda muerte, si la hay, se da, uy cuándo, cuando la relación de vida, la impagable, yo conmigo mismo, bio-grafía, se interrumpe mismamente, se disuelve subsumida, fagocitada por lo mismo en mí mismo. Yo, cómo no, es otro – otro que mí mismo; cuando dejo de serlo, cuando la “realidad” habrá asimilado a la “dicha” (promesa, imposible, etc.), estoy doblemente muerto. Y el ego dúplice corre entonces desbocado entre fraseo y fraseo como esos cuerpos decapitados en El otro duelo (Borges). ¿Suscitarme otra vez, dice usted? ¿Resuscitarme – quién, de nuevo?
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apuesto mi cabeza
a que nadie se ríe como yo
cuando los filisteos lo torturan.

N. P., Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui (1977).
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nadie puede decir este es mi padre
este señor es mi progenitor


N. P., Nuevos Sermones y Prédicas (1979).
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En camino, franco desplazamiento: si de Neruda a Parra una ruptura verdadera, verdadera ruptura porque ruptura como lucha en torno al origen, al nombre, de la palabra, cumplido su otro decir que la poesía de Neruda, la poesía de Parra, en su lucha al interior de ella misma (Patricio Marchant, Nadie en la poesía chilena [1984]), ¿termina, se extermina? Nadie lo habrá dicho, nadie tal vez lo diría: terminé conmigo mismo, con El Cristo. A más abundamiento, comillas: ¿con El Cristo de Elqui, Parra ganó o perdió su apuesta final con la poesía, con la realidad? ¿Es difícil decidirlo? El poeta capaz de escribir El hombre imaginario pudo escribir también sus poco efectivos [sic] Chistes para desorientar a la policía (la poesía). Por una parte. Por otra (misma), en camino: cuestión de realismo, si una llamada de la realidad, entonces, cambio, retroceso: El Cristo de Elqui. En colusión, colisión: en su lucha al interior de sí misma, consigo misma, la poesía de Parra habrá terminado por encontrarse. Ya no con Neruda (el padre, o sea, también, el hijo), tal movimiento (auto)persecutorio bien aprendido en Neruda mismo (N. P. x P. N.). Sino. Consigo misma. Nadie habrá exterminado a la poesía como a sus antifaces, artefactos, sermones y antipoesías. Nadie (nadie). ¿Qué entender? (Gelobt seist du, Niemand. / Dir zulieb wollen / wir blühn. / Dir / entgegen?). Reitero: ¿qué entender? Tras el extérmino, con ése u otro nombre sin nombre, ¿nomás mascarada, ironía? ¿Nomás acomodo, pacto paródico con la “realidad” (traumática), la prepotencia del “referente” – desaparecidos?
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De la ironía hay biobibliografía varia. Su inflación romántica. Moderna. Post y aun pre (socrática). Su comercio con el saber (absoluto). Su duelo. Su gayo re-sentimiento. Su filoso filo. Mientras más profundo su corte, más profundo su engarce, su lucha, su deuda, su sistema. ¿Parra/Neruda? ¿Qué hubiera dicho la poesía en Neruda de la cosa sin cosa, de la (cosa) desaparecida? Allende la ironía como la parodia, de cierto. Pero, ¿más allá y más acá de la oposición endeudada, negativa – que no por nada comparte estructura con la por ventura más afirmativa ironía? Aquende la fenomenalidad de la cosa, su imposible presentación a secas, la cosa (la poesía, la realidad antes de la escisión entre realidad y fantasía) desaparecida (se) sustrae a la parodia artefactual como a la ironía antipoética y aun a la contradicción o negatividad, en su muerte, más viva. De antemano. No habrá tenido que esperar la aparición de la desaparición, de la poesía como de la antipoesía, sermones y artefactos & cia. Tan visible como invisible, su extérmino – avant la lettre sustraída.
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Otra vez, pregunta en camino, Nadie en la poesía chilena: ¿Quién?, ¿quién sino la sutileza destructora, la intransigencia – ¿cómo despedida? – de Nadie fue necesaria para escribir, quién sino Nadie puede entender [de cabo a rabo] los Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui? ¿Difícil decidirlo en el trance – en el paso indecidible?
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Paso y traspaso. ¿Pues cómo no traducir el entrevisto Psalm de Paul Celan (die Nichts-, die / Niemandsrose)? ¿Poesía chilena? ¿Ni contradicción ni ironía?
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Resumiendo la cosa [...]

y las nubes se ve que no son nubes
y los ríos se ve que no son ríos
y las rocas se ve que no son rocas.

Nicanor Parra (1977).
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Ante La segunda muerte de Nicanor Parra – ni lo uno ni lo otro sin más, muy menos la tercera es la ven[c]ida. Antes, si yo estoy muerto, de entrada, muerto para la vida sin muerte, para la muerte sin vida, lo que otros habrán llamado en nosotros tal vez poesía (nada que hacer) y no mera sobrevida (obra) otro nombre fuera, otro comarca para un término en ex-término, absuelta, aguayo, de yapa también, la vida.
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La última palabra. La dicha. La última carta – en el descarte [1996] – de Rimbaud: Archirrepetición: archiartefactum archiparisino, sino (“la araña de Europa la más traicionera”, V. Parra, Décimas), cuya arkhê, en su imposible posibilidad, atraviesa y amojona el in/transitable paso entre original y copia (e idioma y traducción “propia”): archibarajada epistolar: archiartefactum. Cf. N. Parra, “¡Cuántas veces voy a repetir lo mismo!” (“saquen las arañas del techo”), in La camisa de fuerza (1969) [...]

La última palabra. Otra vez. La penúltima. En camino, franca, en marchant, comillas: La última palabra de su poesía, no está, obviamente, aún dicha. Pero, en todo caso, ¿se puede o no afirmar, respecto a la economía de su poesía, que Nadie escapó a su tráfico? (P. M., Nadie en la poesía...). Sí (se puede, y por demás la cosa está dicha), no – nadie no escapó, no se sustrajo a su tráfico: nadie se ríe como yo, nadie puede decir este es mi padre, Neruda o quién sea. Que esta no sustracción se inscriba o no en una in/cierta (onto)teología negativa que de antemano habrá co-marcado la retumbante compresión nihilista (amismante) por estos horrorosos pagos y días, como, senza andare più lontano, en Zurita (el libro por venir de R. Z., si hay tal, quien habrá adelantado decisión, con todo, en Anteparaíso, 1982) es cosa, la dicha, aun indecisa. En cuanto a la sustracción, en suma, tras Die Niemandsrose (1963), entre otras, abiertamente inscrita: Atemwende (Tornaliento), P. C. (1967); hay traslucine extremo en castellano por Felipe Bosso (Madrid, 1983), de nota.
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también ahí: nadie guarda la última palabra, tejedora
también ahora: ven, te encamino hasta las voces
del (otro) Extremo


Conmemoración de inciertas fechas y otro poema (1992).
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(yapa en paya)
dicha i/lectora
9 de 7 allá, 11 de 10 aquí,

no entienden, lee un estudio reciente,

lo que leen (escriben

subrayan, comarcan, tajan: si mundo

fuera libro, a prender

y comprender – llegar y llevar –: inmundo

fuera mundo); resiente

estudio lector con todo

su tecnoarrogante (estudio y estúpido

comparten savía y raíz) olvido,

el cuerpo de la cosa

que no es ninguna cosa

como el cuerpo (de la letra, por caso)

nomás cuerpo no fuera. si falta eso, [ilegible] en camino,

y cada vez, de gracia, falta,

nada (todo) es legible, ilegible;

lo cual, claro, no quiere decir

et cætera.

Rosal, 18 de diciembre, 2007.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Me libro del libro*



El profesor y escritor Luis Vega ha tenido la deferencia de solicitarme unas palabras para ser leídas en el liceo Yobilo A -82 con motivo de la celebración del día mundial del libro. Habiendo venido al mundo muy cerca, en la ribera sur del Bio-Bío, camino a Santa Juana, aunque nomás sea ahora vía estas palabras, aquí [allí] en Coronel me siento pues casi en casa.

Si a estas palabras las habré llamado de entrada Me libro del libro no es para provocar a nadie en el día del libro, muy menos a los libreros, bibliotecarios, y, en general, a todos quienes viven con y gracias al libro, sino para recordar brevemente dos o tres cosas tan pertinentes como impertinentes (impertinentes para quienes idealizan y/o cosifican al libro, pertinentes para quienes, con el libro, se liberan de idealizaciones y de otras adicciones culturales...).

[Del fin del libro] Desde hace tiempo oímos decir que el libro está en crisis, que la gente ya no lee libros como antes, y que especialmente los y las jóvenes, salvo contadas excepciones, no están ni allú con el libro... (“allú”, entre paréntesis, es una palabra que ese gran libro que es el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en rigor, lengua castellana, aún no ha incorporado, pero ello, por supuesto, no impide que nos dejemos hablar con ella; ‘dejarse hablar por una palabra’ o una frase, he ahí otra expresión que tal vez suene extraña, pero, de veras, la mayor parte de las veces dejamos venir las palabras hasta nosotros antes que nosotros decidamos ir a buscarlas, al diccionario, por ejemplo, u a otro acopio). Decía: ante la irrupción de la radio y de la televisión a inicios y mediados del siglo XX, y más recientemente del internet y, en general, de lo que habitualmente llamamos tecnologías de transmisión de información, el libro, eso que aún conocemos como el libro, pareciera estar francamente en retirada sino llegando a su término.

[Del libro del fin] El relato del fin del libro (pues es un relato, un diagnóstico narrativo de lo que estaría sucediendo ante nuestros ojos) converge a menudo con el relato del libro del fin. ¿El libro del fin? Hay, desde ya, varios libros, varios libros del fin. De un libro del fin de la Historia se ha hablado mucho recientemente, la mayor de las veces con torpeza, aunque se trate de un relato de veras tramado por los filósofos locos (racionales) del siglo XIX. Del fin de los tiempos, en contraste, se viene hablando desde hace mucho más tiempo. El libro del Apocalipsis, el último del Nuevo Testamento, y por lo tanto, para el Occidente cristiano, el último libro de la Biblia, el Libro acaso por antonomasia (la palabra Biblia proviene del griego ‘biblos’, hojas de papiro con que se hacían los libros, o, más bien, los rollos donde se escribía entonces), el Apocalipsis, digo, es, como algunos de ustedes saben, un relato anticipado del fin de los tiempos. Y como para muchos el libro es sinónimo de civilización y de cultura, imagínense el espectáculo apocalíptico que enfrentamos si esto de veras son así las cosas – esto es: que hoy, a diferencia del tiempo de nuestros padres o de nuestros abuelos, nadie, o casi nadie, lee libros; en otras palabras: que quienes sí hoy leemos libros perteneceríamos a algo así como a una especie en extinción.

[Delfín del libro: la interminable lectoescritura] Quienes hacen al libro es sinónimo de civilización y de cultura, así sin más, dicho en buen romance: meten la pata. Desde que eso que llamamos ser humano (el homo sapiens) viniera al mundo han pasado cientos de miles de años y sólo en una ínfima porción de ellos habrá contado con libros – y no por ellos vamos a decir que sin libros habrá carecido de cultura, a menos de tener la arrogancia de suponer que sólo con los libros comienza la civilización y la cultura. De hecho este tipo de suposición habrá operado hasta no hace mucho tiempo. Cuando los primeros europeos llegaron a lo que hoy conocemos como el continente americano, uno de los argumentos que se dieron para legitimar la conquista fue que era su deber civilizar a los indígenas americanos pues estos carecían de escritura y de libros, esto es, a sus ojos, de cultura. Pero ahora entendemos que tal diagnóstico era sólo fruto del narcisimo y arrogancia eurocéntrica.. No sólo diversos grupos indoamericanos tenían “libros” (los códices aztecas y mayas, por ejemplo) sino que todos tenían diversas formas de escritura y de lectura. Pues no hay pueblos sin lectoescritura, a menos de querer identificar como única forma de escritura las inscripciones alfabéticas (fónicas) occidentales. Escribir, en sentido amplio, es dejar huellas, efectuar marcas en cualquier soporte, trazados al menos en parte legibles, significativos. Entre nuestro remotos antepasados que dejaban estapadas sus huellas en las cavernas y quienes inscriben señales que envían espacio exterior hay, por supuesto discontinuidades, pero también invisibles hilos comunes. Entre los textos visuales y auditivos que leemos o inscribimos hoy en internet y los relatos orales fugazmente inscritos en el aire de los fogones de nuestros milenarios antepasados hay mucho más en común, como prácticas de inscripción-y-lectura de lo que habitualmente se supone. De hecho, la primera huella humana que se conserva en todo el continente americano, la primera “escritura” en nuestro continente (probada científicamente como tal, con el método de carbono 14), está al sur de lo que hoy es Chile, cerca de Puerto Montt, y tiene 12 mil quinientos años de antigüedad. Habremos de comenzar a leerla: es, literalmente, una grandiosa metida de pata, una huella en el barro de un niño o una niña, la primera escritura americana. De ella me ocupo no poco en un conjunto de poemas (o de aguayos: urdiduras) en que ahora me encuentro abocado y cuyo nombre reitera el nombre del lugar donde tal huella barrosa y algo borrosa fuera trazada: Monteverde. Por demás, muy cerca de ustedes, a sólo unas cuadras del Liceo Yobilo, en el sector de La Obra, se halla el sitio con huellas humanas más tempranas de la región del Bío-Bío, y una de las más tempranas de Chile, con alrededor de 6.500 años. ¿No es un privilegio estudiar, aprender a leer, donde las más tempranas escrituras de la sureña comarca fueran marcadas?

En breve: me sumo, cómo no, con ustedes, a este nuevo día mundial del libro, entendiendo que lo importante no es tanto el libro en sí, el objeto o la forma libro (en constante proceso de transformación, por lo demás), sino las diversas formas de inscripción-y-de-lectura, sean éstas visuales (imágenes), sean auditivas, sean digitales o cerámicas, líticas o paleolíticas, informáticas u orales. En la historia de lo humano, la centralidad del Libro – de la que hoy interminablemente, pues, me libro -- habrá sido apenas un fugaz momento, y no siempre el más hospitalario.


andrés ajens, santiago, abril del 2007


[pasajes de Monteverde, lectoescritura en camino...]

alzando toldos junto a este estero

entre varios, con amarres

antes del nombre del agua escurriendo

y de fuegos y de hombres; ¿el nombre

(propio), antes que invención, a escoger,

advenimiento que tarda? ¿nombre,

dios, propio y hombre — fluyendo, confluyendo

por la misma comarca, misma

entreabierta punta de su trama? presagio

de nombres, antes de aguayos,

hundiendo estacas en el fango.





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esto n’est-pas no es un libro

me libro del libro reitera esto

mordiéndose la cola

está mostrando sus dientes

para nada videntes

estancia de esto antes que eso

huella de estosaurio a la intemperie

con cueva: diucas, choroyes, peucos,

mastodonte (Gramaphotheres) al acecho (o lagar-

to é capaz de rexenerar as súas pérdidas)

esto no es un libro reitera esto

ni es seguro que sea (algo)

seguro contra esto tapoco hay

dicho esto: dicha

diciéndose decir (apuntar)

por ahora nomás esto


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incendio en la cocina etnográfica

la cocina opera et non opera

en monteverde cuece

lenta descuece

amemorial cocina en llamas:

cenizas de antepueblos

restos de esto y de lo otro, huesos

de antellamas, lumas, lajas

en el loderío (a la “edad del barro”

sucede la antedad del prehumano)

que habiéndose estampado no dicen

salvo: alguien

a[qu/h]í metió la pata — paleo-

escriturafroasiáticamericana auto-

editada por turbas,

vegas, esteros, lluvias, turb-

eras?


(et non opera)



* El texto de Andrés Ajens fue presentado en el marco de la celebración del Día Mundial del Libro el día 23 de abril de 2007 en el Liceo Yobilo A -82 de Coronel, Octava región.